Por: Dra. María de los Angeles López Ortega
13 de agosto 2013.
Donald B. Cozzens (2003), en su libro "La faz cambiante del sacerdocio" dice que la mayoría de los sacerdotes hacen más bien que mal, que la vida de estos requiere por encima de todo, además de la fe y la caridad, la integridad y autovaciamiento. Estas personas tienen una vida particularmente difícil y exigente.
Esto lo logra plasmar Salvador C. González, a través del personaje de Clemente, un sacerdote que se cuestiona su vocación, sus creencias, sus principios. Pareciera que es otra historia como la del Crimen del Padre Amaro, pero este personaje es más complejo, conserva sus valores éticos, sin embargo, se rebela al sistema.
Es un deleite ir leyendo la historia y encontrar un elemento que ha caracterizado las obras de Salvador, esto es, las menciones que hace referentes a la música, a la literatura, las lenguas, los hechos históricos y la política. Nos permite recordar y aprender de nuestra cultura y de otras.
Didier Anzieu (1993) en su libro "El cuerpo de la obra" dice que el escritor a sus 70 años tiene la oportunidad de escribir libremente, se siente con más poder para escribir una obra. Esto se aprecia en Clemente, el autor goza de una libertad para hablar de diversos temas "tabú" y además permitir que su personaje se encuentre ante dilemas y los acabe resolviendo, haciendo caso omiso de la presión social. Una obra interesante escrita por un autor durante una etapa de madurez y plenitud.